Hay algo en el tono de Laura Ortiz que suena distinto, que la destaca como una estrella en el lienzo ya radiante de la literatura latinoamericana reciente, copado, por fin, de voces de mujeres jóvenes. Quizás sea su modo de contar la tragedia sin jamás aligerarla ni vampirizarla, sino oponiéndole la porfía salvaje de la vida, el calor del deseo, un oído fino para la verdad de los detalles. Hay en Sofoco tanto talento que te vas a encontrar sonriendo a veces, sin darte cuenta.